El 25 de abril es un día histórico en la lucha contra el narcotráfico. Casi 40 años después, Ismail Zambada “El Mayo”, cofundador del cartel de Sinaloa más poderoso de México, terminó esposado. Pero eso no sucedió en México. Según informó El Mayo, cayó en una trampa tendida por uno de los hijos de El Chapo, Joaquín Guzmán López, quien invitó a dos figuras políticas a reunirse en el estado norteño de Sinaloa. Sin embargo, a su llegada fue agredido, enmascarado y obligado a subir al avión, que aterrizó tres horas después en suelo estadounidense. Aquí Joaquín Guzmán se entregó voluntariamente a las autoridades, llevándose consigo a “El Mayo”. Son declaraciones contenidas en una carta escrita por El Mayo y difundida por su abogado, en la que negó rotundamente haberse entregado por voluntad propia.
México no tuvo gran parte en la acción, que permaneció ignorante de los hechos.
Varias agencias estadounidenses participan en la lucha contra el tráfico de drogas, incluida la DEA (Drug Enforcement Administration), el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) y la Oficina Federal de Investigaciones (FBI). Cada movimiento debe ir acompañado de una contraparte mexicana. Una relación que nunca fue la mejor, pero empeoró durante los seis años de mandato de López Obrador en México y Trump/Biden en Estados Unidos. Un episodio en particular marcó un punto de inflexión en la relación. En octubre de 2020, el general Salvador Cienfuegos Zebeda, ministro de Defensa en la administración anterior, fue arrestado por la DEA en Estados Unidos acusado de 4 cargos de narcotráfico. El presidente López Obrador ha amenazado a Estados Unidos con expulsar a todos los agentes de la DEA del territorio a menos que sean entregados a las autoridades mexicanas. Cienfuegos fue liberado, regresó a México y nunca fue juzgado. El costo político es una ruptura de la ya frágil confianza de ambas partes.
En el caso del arresto en julio pasado, el embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, confirmó que ninguna persona contratada por Estados Unidos estuvo involucrada en la operación, por respeto a la soberanía mexicana. Pero no es creíble que uno de los hijos de El Chapo, un capo, se entregara a las autoridades estadounidenses y decidiera dar el arriesgado paso de apoderarse de El Mayo sin acuerdos previos.
La única entrevista que dio “El Mayo” fue a la revista mexicana Proceso en 2010. Cuando el periodista Julio Scherer García le preguntó qué pasaría si lo atraparan, Mayo respondió: “Cuando los patrones son capturados, asesinados o deportados, sus reemplazos ya están listos”. La historia le da la razón, como lo demuestra el arresto del anterior jefe “El Chapo”, su salida de escena no detiene la saga de su organización.
Las expectativas de hoy son otras y preocupantes informaciones, que muchos en México quieren saber, otros esconden. Los juicios de personas como “El Mayo” y Joaquín Guzmán López sí podrían revelar nuevos detalles sobre las actividades del crimen organizado y sus conexiones con el mundo político y las fuerzas armadas.
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