Luego de más de dos años de la pandemia en la que la salud ocupó el primer lugar en todos los ámbitos de la sociedad, y cuestionando principios y valores constitucionales como la libertad, que es la etapa más severa de la Coronavirus hay uno nuevo Emergencia Para sujetar el asiento y ya está ambiental Y el de mi hermano.
Según el principio de que vivimos en un estado de emergencia permanente (primero el Covid, luego la guerra de Ucrania, ahora el clima), cualquier otro ámbito que entre en conflicto con la emergencia actual puede ser cuestionado. Así llegamos a la paradoja de que incluso la salud puede ser sacrificada por un bien mayor: el bien planeta. Es imposible no ver el cortocircuito de esta forma de pensar que es una derivación directa de un enfoque académico de la sociedad. La ciencia coloca a la ciencia en primer lugar, pero no es única y se divide en una serie de ramas que van desde la médica hasta la ambiental. Si hasta ayer se le atribuía prioridad a la rama médica, hoy ha sido sustituida por la rama ambiental como lo demuestra un artículo que publicó prensa Titulado “La resonancia contamina como 500.000 km en coche: Así que la salud contribuye al calentamiento global”.
Las preguntas con las que abre el artículo son emblemáticas: “¿Cuánto afectan al medio ambiente las actividades relacionadas con la salud? ¿Cuál es el impacto de las pruebas y tratamientos en el calentamiento global?”.
Según una investigación presentada en una conferencia por Wise Choice, el proyecto impulsado por Slow Medicine, Guido Giustetto, miembro del Comité “Salud y Medio Ambiente” y del Comité Central de Fnomceo, la Confederación Nacional de Órdenes de Cirujanos y Dentistas, dijo: “ El sistema de salud, el sistema de organizaciones de salud, contribuye: en una parte no precisamente pequeña, al calentamiento global. Algunos estudios calculan este valor en torno al 4 – 4,5 por ciento. Así que todas nuestras actividades también se están calentando”.
Justito luego dio algunos ejemplos concretos: “Si hacemos un análisis de sangre, ayudamos a producir dióxido de carbono, dióxido de carbono, y así aumentamos el calor, para dar una idea, por cada mil análisis de sangre contaminamos, al producir dióxido de carbono, como si donde Viajamos 700 kilómetros en un automóvil. Pero los datos más deprimentes son los de las tomografías computarizadas y las resonancias magnéticas. Una resonancia magnética que funciona durante un promedio de un año produce una cantidad de dióxido de carbono correspondiente a la contaminación de un automóvil que recorre 500.000 kilómetros”.
A su juicio, existen dos soluciones para solucionar la contaminación asociada a las pruebas sanitarias: la primera es intentar concienciar a la gente, así como a nuestros compañeros, sobre este fenómeno. La segunda es pasar a lo concreto: cuando decidamos prescribir una resonancia magnética, un análisis de sangre, recordar que si no es necesario, si no es adecuado, si no es importante Además de hacer algo inútil, desperdiciando así recursos, también hacemos daño porque aumentamos el problema de la temperatura y por ende la crisis climática que estamos atravesando”.
Es dudoso que se pueda cuestionar la salud de las personas bajo el pretexto del medio ambiente. Ciertamente, la realización de algunos exámenes médicos no es la que genera el calentamiento global, sino la propagación de uno mentalidad antihumana Representa un peligro más generalizado que nunca en el entorno ideológico que ve al hombre no como parte de la naturaleza sino como su enemigo.
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