Charro nació, dice un viejo proverbio mexicano. Pero hoy puede llegar a serlo, gracias a la Escuela Municipal Sarrería de la ciudad de Tlajomulco, centro-occidente de México: donde los jóvenes son enviados a este milenario arte de la equitación, cuna común de pastores en el estado de Jalisco. Tequila.
Esta disciplina de los gauchos mexicanos ha sido incluida en el Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO y el país centroamericano ahora quiere proteger el patrimonio y evitar que el tiempo empañe el arte del lazo y el rodeo.
Los charros, como se llama a los vaqueros mexicanos, encarnan el folclore nacional, pero no es solo una cuestión de color y herencia: puede convertirse en una verdadera tarea porque hay muchas rivalidades. “El mejor charro del país puede ganar 150.000 pesos (unos 7.000 euros) al mes”, dice el instructor Víctor Hugo de la Torre a la Agence France-Presse. La academia de Tlajomulco ofrece lecciones gratuitas a unos 100 estudiantes, incluidas 22 niñas, y algunos extranjeros. “Cualquiera puede aprender, independientemente de su nacionalidad”, asegura el autor. Practique dos o tres horas a la semana para aprender a montar, manejar un caballo o un toro y hacer malabarismos con un lazo. A principios de septiembre también se inauguró en Guadalajara una escuela dedicada a las Escaramusas, las mujeres del rodeo: la fundó Esther Venegas Rodríguez. “Lo más importante es tener el coraje de subirse al caballo”, dice. “Las chicas ya tienen ese amor por los caballos, así que solo es cuestión de entrenarlas con coordinación y concentración”.
Sombrero, corbata bien bordada, chaqueta y pantalón ajustados, espuelas en las piernas. El traje de vaquero clásico atrae a la juventud. Es el caso de Víctor Terán, que cuenta a la AFP cómo a los 14 años su padre le puso en una encrucijada: fútbol o sareria. Y prefería el rodeo a la pelota. Las mujeres también pueden convertirse en karos, pero tienen reglas diferentes: primero cabalgan con las piernas a los lados, apoyadas en un soporte llamado alabarda, luego no intentan atrapar al animal, sino que realizan unas figuras ecuestres de rodeo. .
Alma de la Torre, de 20 años, usa un vestido tradicional de Adelita inspirado en los combatientes de la Revolución Mexicana y dice que fue “empujada por mi familia”.
“Para muchos, la sarrería es una forma de vida”, dijo el charro Gerardo Anselmo García Arteaga al diario El Sol de Hildaco. “Y luego, con el tiempo, se convirtió en un juego por decreto presidencial”. En días pasados el estado de Hildaco celebró el Día del Charro y en la capital Pachuca se llevó a cabo un colorido desfile con muestras de elegancia y aplomo.
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