La exposición presenta algunos capítulos de la obra de Manuel Dolsa (Engura, Valencia, 1757 – Ciudad de México 1816), destacado escultor y arquitecto en México a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Su maestría, especialmente en el campo de la arquitectura, fue incomparable en el contexto de la débil Nueva España, una ciudad mexicana que deseaba la pureza del clasicismo.
Dolce es un héroe indiscutible de la ciudad virreinal, que se mira en el espejo cosmopolita de la Europa de la Ilustración, y gracias a Dolce pudo adornarse con monumentales pasajes y edificios marcados por clásicos clasicistas lejanos a él geográficamente. La región greco-latina nació hace muchos siglos. Sus repercusiones no terminaron con la independencia de México (1813), y hasta la fundación de la República (1824) no fue de extrañar encontrar nuevos caminos.
Tolsa se formó en España, primero en la Real Academia de San Carlos de Valencia (1770) y más tarde en Madrid, San Fernando (1780-1789). Llegó a la Nueva España en 1791 y fue nombrado director de escultura de la Academia de Bellas Artes de San Carlos en México. Allí desarrolló una actividad radical, que lo convirtió en una figura fundamental en el panorama escultórico y arquitectónico del último período virreinal.
Las fotografías de Joaquín Perseo proporcionan una experiencia visual única en torno a las majestuosas obras de Tolsa, como la majestuosa estatua ecuestre de Carlos IV -el famoso “Cabalito”- o el exterior del nuevo exterior de la Catedral, la Bunavista. Hospicio Cabañas en la Ciudad de México, o Guadalajara.
A través de estas obras y sus perspectivas fotográficas, los muros, fachadas y cúpulas representados en el fondo del México actual se maravillan ante el denso silencio con arreglos arquitectónicos impresionantes y ambientes clásicos impresionantes con piezas brillantes de estuco y molduras. Inmerso en una luz particular, glacial, casi hipnótica… todos los aspectos, una vez más, dan testimonio de la excepcional personalidad artística del escultor y arquitecto valenciano que supo infundir a sus obras una original poesía: Capaz de crear, conservar y crear urbanismo. memoria con una carrera por el clasicismo imborrable.
Al mirar estas fotografías en la sala del Museo Palladio (o una de ellas en la portada de su revista “Annals of Architecture”) nos damos cuenta del diálogo específico que establece Perseo con la arquitectura clásica a través de su fotografía. Janier definió una habilidad para “mover y transmitir no solo sus emociones, sino también su juicio crítico”.
Entrada con entrada al museo
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