en apariencia el eco Su autora tiene el deseo de hacer una película sobre la infancia, un tema que, según dice, “siempre le ha fascinado”, y ha querido presentar una historia a través de las vivencias de los niños que viven en zonas rurales. México. Un lugar que ella también eligió para vivir. Dice con una sonrisa, no en una realidad como la que vemos en su película. Tatiana Huezo nació en El Salvador, estudió en México, recibió una Maestría en Documental en el Centro de Capacitación Cinematográfica, Pompeu Fabra en Barcelona. Director, guionista, columnista – en el libro El Viaje, Rutas y Caminos está a punto de llegar a otro planeta Combinando las experiencias de otros documentalistas y hablando del proceso creativo, Huezo confronta los conflictos de su país, explicando sus partes oscuras, la violencia, el terrorismo y la dinámica del sufrimiento. Y siempre con una investigación sistemática en cada obra -desde Familia (2004) Un El lugar más pequeño (2001) Un tempestad (2016), desde una vertiente ficcional, Noche de fuego (2021) – una constante tensión poética y política, la entrega y delicadeza de la intimidad cotidiana.
el eco -ganó el premio a mejor director y mejor documental en la reciente Berlinale, en la categoría Encuentros- sigue la vida de una pequeña comunidad campesina mexicana, en su mayoría niños y mujeres, en la que sueños, cuidados, esperanzas, desencuentros, reivindicaciones de amor. Son las mujeres las que piensan en la casa, los hijos, la comida, los animales, la cosecha, etc., las que hacen todo: nunca paran, pero ese esfuerzo constante no lo pueden reconocer los hombres que siempre están lejos. Ganar mil puestos de trabajo y representarse solo con trabajo “real”.
Las niñas y los niños a menudo no tienen futuro en la escuela, incluso si quieren estudiar más que cualquier otra cosa, como uno de ellos. Otra cuida a su abuela anciana enferma, otra sabe montar a caballo, y solo una niña lo hace: quiere participar en carreras, pero su madre se lo prohíbe.
entre estaciones, heladas y sequías, leyendas, susurros mágicos del tiempo, la vida y la muerte, epifanías repentinas, esas presencias sugieren una sociedad fuertemente patriarcal con interrogantes siempre abiertos de marginación campesina, explotación, falta de gobierno. Huezo nos adentra en este microcosmos pintándolo como un retrato vivo, construido sobre una relación que subraya y permite su verdad.
“El Ego” nos devuelve a la realidad de un país llamado México. ¿Cómo trabajaste con esta comunidad? La idea de que tu presencia es parte de su vida diaria.
Empecé una película pensando en la infancia, busqué niños en escuelas rurales y seguí así unos seis meses hasta que encontré L Ego. Fue Luz Ma, la pastora, quien me lo contó. Me impactó el encuentro con esta comunidad, su nombre, el entorno, que representa un lenguaje profundamente ligado a la tierra: historias de fantasmas, historias de animales fantásticos, un entorno de misterio murmurante. Una mujer me dijo eso porque el viento se llevaba las voces de la gente cuando soplaba, y todos podían oírlos hablar en las casas. El proceso de investigación duró casi cuatro años, durante los cuales conocí a diferentes familias y formé un vínculo con ellas. Vivía allí con el grupo, pero era la única forma de acercarme al pueblo. Esto significa que muchos pequeños han crecido desde los primeros momentos, y de alguna manera he perdido ese sentimiento infantil de querer hacer películas. Los hijos de mamá crecen tan rápido, especialmente en lugares como este donde tienen grandes responsabilidades.
“El Ego” muestra la difícil situación, el sufrimiento y la explotación de las zonas rurales como un problema en México y más allá. Pero habla de una sociedad patriarcal fuerte, incluso si son las mujeres las que garantizan la vida del pueblo.
El nivel definitivamente está ahí, el estado de ánimo es muy conservador, pero no quería convertirlo en una historia, quería que se desarrollara en el presente cotidiano. Me interesaba resaltar el impacto de la mujer en el discurso social cuando en realidad son las mujeres las que llevan la educación de los niños, los campos, el ganado, las casas. El marido que todavía discute con su mujer -ella es maravillosa- le dice: “Vete a trabajar”. Lo mismo pasa con los más jóvenes, la chica que va después, que es mi heroína, quiere correr caballos, es buena, pero como chica no la dejan. Su inquietud la lleva a otros lugares a buscar un lugar donde cumplir sus deseos. Incluso la niña que quería estudiar es una figura muy poderosa, la primera niña de su familia en continuar sus estudios, todos sus hermanos se detuvieron. Desafortunadamente tienen pocas oportunidades, su economía muchas veces está ligada a cultivos amenazados por la sequía, sin los cuales no pueden sobrevivir porque carecen del apoyo del gobierno.
¿Cuál fue la mayor dificultad en esta película?
Quería mostrar a México en una perspectiva un poco diferente a mis otros trabajos, tal vez para dejar de lado la violencia, que tampoco falta aquí, pero conectada con la tierra, la educación, las condiciones de la naturaleza. Por narcotráfico como en otras historias. Traté de captar lo extraordinario en las pequeñas cosas de la vida cotidiana para captar la profundidad del lugar, su gracia sin invadir la intimidad de sus habitantes. Espero haber tenido éxito.
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