La primera vez que vimos a Måneskin nos enamoramos instantáneamente de ellos. Sintonizamos esa edición de The X Factor en 2017, con una pasión que no habíamos sentido desde Sandy Marton. Måneskin es, para este escritor, una nueva temporada de la música rock, y resulta difícil explicar lo que nos han aportado los cuatro genios rebeldes desde un punto de vista musical y sobre todo humano. Representan todo lo que nos gustaría ser y lo que no somos.
Luego, cuando los escuchamos, en San Remo, hace tres años, cantar Zitti e Buoni, con ese verso emblemático, desestabilizador y final “Estamos locos, pero diferentes de los suyos”, bueno: lo entendimos todo, y También me sentí culpable. Ellos eran los revolucionarios, los nuevos, los diferentes: nosotros éramos los burgueses, los conformistas, los viejos insiders.
Luego leemos hoy que el ala más transgresora de la banda, Victoria, cuya ropa dejaba al descubierto la delgada línea entre la mujer objetiva y la mujer libre, se convirtió en un testimonio de la ropa interior de Emporio Armani. No es sólo una marca. Pero clásico. Y comprendimos -no sin cierta decepción mezclada con remordimiento por el pasado Maniskin- que el futuro ya había terminado. El presente es una imagen en ropa interior sobre un fondo del peor conformismo y en primer plano lo mejor de la mercantilización.
Pecado. Fui demasiado subversivo, me volví demasiado burgués. Y al final somos nosotros los que realmente somos diferentes, los que ya estamos cansados de usar boxers Armani en la época del panari. Terminarás siendo tú quien nos envidia.
“Nerd de la cerveza en general. Ninja independiente de las redes sociales. Aficionado al alcohol incurable. Propenso a ataques de apatía”.
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