Una conversación entre volcanes. Por un lado, el ascenso de la Tierra, desde el cráter Xitle, que inundó de magma las calles de la Ciudad de México hace unos dos mil años; por otro, la explosión del arte, desde el abismo de las ideas de un grupo de artistas. 70 años transcurrieron en el lugar de la erupción para dar forma y protección a la expansión de la roca volcánica. Así nació el Espacio Escultórico en el Petriculum de San Ángel, galardonado este año con el Premio Internacional de Jardín Carlo Scarpa. Desde 1990, la Benetton Study Research Foundation reconoce una plataforma que ve una armonía ejemplar entre la ecología y la inteligencia humana, los procesos ecológicos y las intervenciones creativas.Fundada para promover la cultura del paisaje y el “cuidado de los lugares”, cada edición explora un área geográfica o temática específica (un parque, un monumento o un bosque) para difundir el conocimiento.
Ganador del Premio Internacional Carlo Scarpa, el Espacio Escultórico en el Petriculum de San Ángel nació en 1979, cuando seis artistas crearon un anillo de 120 metros de diámetro con 64 prismas de roca. Esto incluye 1.500 especies nativas en la actualidad.
En su 33ª edición, el certamen llega al corazón de América Latina, en interés del barrio de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Aquí la virtuosa colaboración entre naturaleza y cultura comenzó en 1979, cuando fueron invitados seis artistas de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, por iniciativa de la universidad. – Hélène Escobedo, Manuel Felguerez, Mathias Goritz, Hersua, Sebastian y Federico Silva – para crear una obra colectiva sobre el suelo rocoso de Petregal (en italiano “Pietraia”), que corre el riesgo de quedar enterrado por la presión.
Historia del proyecto
El proyecto, en el que participaron 200 personas destacadas a nivel internacional, entre ellos arquitectos, escultores, urbanistas y pintores, condujo a la inclusión de parte del campus universitario como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 2007. Un anillo dentado con sesenta y cuatro prismas de hormigón. La zona circular de 120 metros de diámetro es una extensión de roca basáltica que recuerda a antiguas erupciones volcánicas y una población de plantas en constante cambio.mentón. Como resultado, la capital mexicana cuenta con un imponente jardín zen que, en marcado contraste con el ruido caótico e intrusivo de la ciudad moderna, invita a la comunidad científica, a la opinión pública o a quienes se acercan a él a al menos tres despertares. . El primero radica en el patrimonio ecológico más amplio de Pedregal, «El Valle de México y quizás el ecosistema más diverso de la República» Reserva Ecológica del Petregal de San Ángel, según Silk Kram, investigadora del Departamento de Geología de la Unam y secretaria de REPSA. Fundada en 1983, cuatro años después del inicio de las obras escultóricas, fruto de una ola de atención de los ambientalistas, que contribuyó a la expansión a lo largo de los siglos del territorio considerado Malboys, un asilo periférico para delincuentes, la institución protege hoy 237 hectáreas. a la izquierda de los 80 kilómetros cuadrados originales. En su interior viven más de mil quinientas especies autóctonas que han sido desplazadas por el desarrollo humano: cerca de 300 familias de plantas autóctonas, unas 800 especies de artrópodos (arácnidos, insectos, crustáceos) y 30 mamíferos. Además, el lugar donde se mueven crea un área de recarga para el acuífero, reduciendo el ruido y la temperatura y capturando dióxido de carbono.
Contacto con el pasado
“Se trata de un paisaje volcánico con un patrimonio biocultural inigualable, pero que está en peligro de desaparecer”, advirtió Cram en el acto con motivo del 40 aniversario de la fundación de Repsa el pasado mes de octubre. Por esta razón la reserva es un área de estudio para la conservación de sus formas de vida. “En el interior hay “aulas vivas”. Hay alrededor de 60 proyectos de investigación activos sobre libélulas, murciélagos, zorros grises, agaves y sus interacciones con los polinizadores. Y nuestra percepción de la naturaleza.». El Jardín del Volcán Espacio Escultórico, por su forma circular, despierta el conocimiento de las grandes civilizaciones del pasado. “En México, en el mundo prehispánico, la creación ritual de ciudades o vallas era resultado de un universo lleno de deidades y mitos asociados a la tierra y el cielo, el sol y las estrellas”, señala el arquitecto. Creado en una ceremonia de premiación en el bloque conjunto Mario Shjetnan. «A unos cientos de metros de Espacio se encuentra el centro ritual de Quiquilco, una intervención prehispánica en el Valle de México que tiene una base circular o elíptica, un cono o tallo aplanado, que comunica ideas religiosas al mundo cósmico.». Finalmente, Espacio te abre los ojos al valor político del arte. Comisión Premio Carlo Scarpa “Un espacio para la meditación y la acción colectiva: su historia nos guía a reflexionar sobre la relación entre el gesto artístico y la conciencia ambiental, la dimensión coral de su concepto nos invita a pensar. Un compromiso personal con el campo del paisaje”
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