“La Luna es más hermana que satélite”, escribe Boyle, explicando que se formó a partir de la misma nube cósmica de escombros que formó la Tierra. Su gravedad no sólo estabiliza nuestro clima (convirtiendo a la Luna en la “líder de nuestras estaciones”), sino que también permite la vida. Como regente de las mareas, la Luna atrajo organismos primitivos a los mares ricos en nutrientes de la Tierra primitiva y luego los trajo de vuelta a la costa, donde “los peces salían del agua”.
Pero Boyle, cuya brillante escritura es tan serena como un cuento antes de dormir, pinta la luna como algo más que un simple motor de fenómenos físicos. Los humanos, dice, siempre miramos a nuestros vecinos celestiales más cercanos para comprender nuestro lugar debajo de ellos. “Así como la Luna refleja la luz de la Tierra, su papel esencial en la ciencia moderna es contar nuestra historia”, escribió.
Los humanos antiguos utilizaron la luna para explotar el tiempo, allanando el camino para sistemas organizados como la agricultura y la religión (muchas de las cuales adoraban a la luna como a un dios). Cuando Galileo fue juzgado por afirmar que la Tierra no era el centro de nuestro sistema solar (lo cual descubrió en parte siguiendo el movimiento de la Luna), la Luna ya se había separado de lo divino. La gente empezó a pensar en el verdadero propósito de la Luna y en nuestro lugar en el universo; las ideas que postulaban que “nuestra luna” fueron las semillas del pensamiento filosófico y de la observación científica temprana.
A veces, la narrativa se desvía lo suficiente del tema en cuestión que me pregunto: ¿Qué tiene esto que ver con la luna? Pero, así como la luna siempre aparece en nuestros cielos, Boyle también vuelve a su tema. Siempre hay alguna conexión que establecer, ya sea física, espiritual, intelectual o mitológica.
Nos lleva más allá de la Era de la Exploración, cuando ir a la Luna se convertía en un símbolo de colonización de nuevas tierras, a la Era de Apolo, cuando la Luna era un signo de superioridad política. Boyle encuentra la luna en lugares que nunca pensé buscar. Ella me convenció de que, aunque nuestra relación con ella cambia constantemente, la luna sigue siendo una fuente de conocimiento, maravillas e influencia, y nunca es aburrida.
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