En la guerra comercial entre Estados Unidos y China, México tiene la ventaja. Las inversiones están creciendo con tanta fuerza que los analistas hablan de un “momento mexicano”. Tesla también anunció planes para construir una megafábrica. Pero no es oro todo lo que reluce, sobre todo por los peligros para el medio ambiente.
En Monterrey, en el nororiental estado de Nuevo León, carteles gigantes conmemoran el histórico anuncio del pasado mes de marzo. El gigante automovilístico Tesla se ha comprometido a invertir 5.000 millones de dólares aquí para construir su fábrica más grande. “Esto ha tenido un impacto muy fuerte en nuestro trabajo, lo que ha ayudado a crear más atención y atracción para otras empresas que intentan establecer operaciones en México”, explica Héctor Dejerina de Invest Monterrey.
La medida de Tesla marca un momento clave en su llamada estrategia de “convergencia”, que apunta a trasladar la fabricación de Asia, particularmente China, a países vecinos que son geográfica y políticamente amigables. El nearshoring es en realidad el resultado de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, que se vio reforzada por la crisis de oferta durante la pandemia. México se ve a sí mismo como un destino preferido para quienes apuntan al mercado norteamericano y Monterrey está en el centro de atención en el estado fronterizo con Texas, que ya cuenta con realidades industriales avanzadas.
La escasez de recursos es bien conocida. Como condiciones para su inversión, Tesla exigió la provisión de infraestructuras para el suministro de agua, energía, así como carreteras y ferrocarriles. Ninguno de ellos está actualmente en construcción, lo que pone en duda el ritmo de los planes anunciados por la empresa. “Gracias a su industria industrial, el Estado es capaz de cubrir las necesidades, pero los problemas son mayores por la velocidad del flujo de estas inversiones”, dice Osmal Zalaveta, de la escuela de negocios EGADE en Monterrey.
“Es la reserva natural Cerro de la Motta, en la zona de abajo, donde se construirá la megafábrica en 260 hectáreas”, señala Eduardo Aguilar, de la Universidad de Monterrey. Aguilar, profesora de desarrollo de economía política, estudió el impacto ambiental de la visita de Tesla a esta ciudad contaminada el año pasado durante casi 3 semanas sin agua corriente en barrios enteros. “Los discursos oficiales dicen que se están construyendo infraestructuras que pueden garantizar el suministro hasta por 50 años y que continuará un flujo constante de inversiones, pero no es sostenible a largo plazo. El crecimiento de la demanda y la explotación de los recursos hídricos, ya bajo Hay mucha presión hoy, no tiene sentido”.
Se considera ampliamente que la estrategia de nearshoring y la llegada de Tesla a México ofrecen nuevas oportunidades económicas y empleos de calidad. Pero hay otra cara de la moneda y no se puede ignorar la utilidad del éxito.
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