noviembre 22, 2024

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Un bolígrafo mata más que eso.

Un bolígrafo mata más que eso.

A las 20:00 horas del domingo 30 de julio, Jorge Ucalde, director del medio local Discontendo Ciudadano Quintanarones, recibe una llamada telefónica de su vecino: dos hombres han disparado dos tiros en la puerta de su casa en la capital turística de Cancún. de la Riviera Maya en el estado mexicano de Quintana Roo. Ugalde llama a los agentes del Mecanismo, el mecanismo federal para la protección de periodistas y activistas de derechos humanos, que fue creado en 2012 para enfrentar la creciente ola de asesinatos: pertenece al gobierno central de la Ciudad de México. Mil dos tercios son periodistas. Cuando llega a su casa, Ugalde encuentra el área acordonada y los policías de Cancún ocupados en inspeccionar. Vuelve a llamar a los agentes federales: le explican que como la zona ahora está bajo la responsabilidad de la policía local, no pueden intervenir. En lugar de tranquilizarlo, lo preocupa.

esta no es la primera vez La redacción de Discontento Ciudadano Quintanarroense está bajo ataque: este es el decimosexto ataque, a veces realizado por grupos del crimen organizado, a veces por agentes de la policía municipal. Nuevamente, la matriz puede ser el crimen y las autoridades locales. En esas horas, la redacción investigaba el hallazgo de dos cadáveres en avanzado estado de descomposición en la laguna Nichupté, una zona centelleante. ¿Eres hotelero?, y criticó duramente la labor policial, más preocupada por proteger la imagen de la localidad turística que por esclarecer el doble asesinato. De ahí su preocupación.

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En la noche del 15 de julio, otra periodista local, María Luisa Estrada de Grillotina Politika, estaba en un automóvil con un hombre no identificado en la zona de la Plaza de los Mariachis en el centro de Guadalajara, la capital de Jalisco. Salió a la luz cuando una persona en una camioneta blanca bloqueó la vía y abrió fuego por motivos de seguridad. Dos escenarios. Estrada rodea la camioneta y continúa su carrera, perseguida por el hombre que la adelanta nuevamente, y se disparan tres tiros más. Afortunadamente ninguna bala alcanzó el auto del periodista, una dio en el muro de la catedral. En cuestión de minutos interviene la policía turística y el hombre desaparece. Llega una patrulla de la unidad policial de Guadalajara que se ocupa de la violencia de género.

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“Es solo una advertencia”, le dice un agente: “Si realmente quisieran matarte, lo habrían hecho”. Las indagaciones sólo se mueven en una dirección: razones emocionales. Ella es inflexible: el ataque fue por su trabajo periodístico. Choca con la Fiscalía de Guadalajara, que no ha abierto un solo expediente sobre el alcance del trabajo. Le proporcionan la protección del mecanismo. Ella se niega: pidió un acompañante, quien solo le entregó un dispositivo que podía activarse con un simple botón para alertar a los agentes federales en caso de emergencia.

El 7 de agosto, María de los Ángeles Nivón Molano, directora del portal Primera Línea MX, publicó un editorial describiendo lo peligroso que se había vuelto el estado de Oaxaca. “Por Mujeres, Activistas, Periodistas, Ciudadanas y Turistas”. Horas después, durante una rueda de prensa matutina, el gobernador Salomón Zara Cruz condenó la “campaña mediática en su contra” dirigida a “un periodista que propaga el cáncer de la mentira”. Luego, Jara habla con el secretario de Estado, José de Jesús Romero López, quien habla de una “guerra sucia” contra el gobierno estatal por rechazar la amonestación del director de Primera Línea Mx.

Estos tres casos Hábleme de la situación actual en México, cinco periodistas que han sido asesinados desde principios de año tratando noticias locales: el conocido, Luis Martín Sánchez, era reportero de La Jornada del estado de Nayarit, y era encontrado muerto. El 8 de julio en la ciudad de El Agucate. La esposa denunció la desaparición de su esposo hace dos días: su celular, computadora y disco duro también estaban desaparecidos y no pudieron ser encontrados. En la misma zona, entre el 4 y 5 de julio, fueron secuestrados dos periodistas, Osiris Maldonado y Jonathan Lora Ramírez, quienes fueron liberados a las pocas horas de hallarse el cuerpo del reportero de La Jornada.

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Solo después de unos días de investigación se revela el motivo: silenciar a la prensa bochornosa, matar al periodista más famoso del grupo y silenciar a dos compañeros que deberían ser considerados como el equipo de investigación. Aunque trabajaban en distintos diarios, de hecho, Martín Sánchez, Maldonado y Lora Ramírez compartieron información y decidieron publicar la misma noticia al mismo tiempo para no exponerse por separado. Esta práctica ahora se requiere en México, donde una cucharada puede costarle la vida a alguien.

“Prensa local Es el primer contacto con la realidad para los ciudadanos, y hoy son precisamente los periodistas que trabajan en los pueblos pequeños los que corren más riesgo”, explicó Leopoldo Maldonado, director de Artículo 19, una ONG que protege a periodistas y activistas de derechos humanos, difundido en el diario Reforma y en el podcast Café de la Mañana.

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“Periodistas como Luis Martín Sánchez son quienes informan día a día de lo que sucede en las comunidades, analizando la relación entre poder y delincuencia en una determinada zona”. Muchas veces los casos en los que trabajan los periodistas locales no llegan a los noticieros nacionales, y ese es precisamente uno de los problemas: lo que se ve en México hoy es la seguridad extra. Estar confinado en el estado de origen o en el propio municipio “pone en mayor riesgo al periodista”.

Un periodista nacional observó que “el presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido atacado públicamente, lo que sucede casi todos los días en las ruedas de prensa matutinas del jefe del gobierno central, pero estas declaraciones rara vez son seguidas de ataques”. Pero el estilo de Obrador ahora es seguido, como lo demuestra el caso de Oaxaca, “por los gobernadores locales y los líderes municipales. El potencial de agresión física es mucho mayor después del estigma público”.

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Hay, finalmente, y un aspecto más preocupante: la autocensura de los periodistas y el consiguiente silencio. “Lamentablemente tuvimos que aconsejar a nuestros compañeros que suspendieran sus actividades por un tiempo, salieran de casa y se exiliaran de verdad”, subraya Maldonado. “Sin embargo, el resultado es desastroso. Las comunidades pierden una voz libre e independiente, los ciudadanos dejan de estar informados. Y el territorio corre el riesgo de convertirse en un estado pacífico.