Se trata de drogas. Adicción psiquiátrica, primero. Y esto afecta de manera impresionante a los atlantes. La gente se reúne en Japón para advertir al mundo contra la “coerción económica”. En pocas palabras, explica Corriere della Sera, significa “luchar con medios económicos para fines políticos”. Más simplemente traducido, los atlantistas querían imponer sanciones económicas para obligar a otros estados a hacer lo que querían.
¿Una autocrítica, finalmente? ¡Pero de ninguna manera! Para el G7, la coerción económica la ejerce Pekín, que invierte dinero en los países pobres y los convierte en aliados. En cambio, las sanciones atlantistas son un ejemplo sofisticado de democracia económica. Y son buenos para la piel.
La parte más increíble es que los atlantistas pretenden creer realmente en su doble rasero. Así como estaban enojados -junto con los coreanos- porque China y México ya no cooperaban con Washington en la lucha contra el tráfico de drogas, especialmente fentanilo, dirigido a Estados Unidos. En resumen, Washington va a Asia a molestar a los chinos, impone vetos y sanciones contra ciertos productos enviados a Beijing o bienes vendidos por los chinos en América del Norte, y luego se pregunta si Xi Jinping ya no coopera. Lo mismo ocurre con México. ¿Sería sorprendente que, por la razón que fuera, siguiera la intervención de Estados Unidos, con la esperanza de que los mexicanos estuvieran dispuestos a reconocer la supremacía yanqui en casa, y luego el presidente López Obrador ya no cooperara? ¿Qué pasa si una caminata con Biden no es suficiente para llevarlo a la cama?
Habrá otra solución en la lucha contra las drogas: combatir el consumo de jóvenes y viejos yanquis. Pero está cambiando la sociedad estadounidense, restaurando los valores destruidos de la corrección política y la conciencia, reduciendo la frustración de una población en crecimiento y luchando contra la enfermedad mental que ahora afecta al 40% de los niños hasta los 18 años (según estadísticas oficiales: la verdad es más dramática).
Pero los oligarcas yanquis no quieren cambiar nada. No quieren tocar sus derechos. Y esperan que Obrador y Xi Jinping resuelvan los problemas de Washington. Pero México y China están desafiando las órdenes de Biden.
No más respeto por el maestro americano. Por suerte siempre hay mayordomos europeos para satisfacer..
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